lunes, 9 de mayo de 2016

O eliges digital, o ¿nada?

En el mundo actual, cada vez se puede vivir menos de espaldas a las nuevas tecnologías. Incluso los que se niegan por principio, lo tienen cada vez más difícil para mantenerse al margen.

Ya es casi imposible tener un móvil que no acceda a internet, casi no existen tarifas para ello; la gente te pide, en lugar de la dirección postal y el teléfono fijo, tu perfil en Twitter, o la URL de tu blog; hay quienes no tienen televisor con antena o TDT y todo lo ven desde (o a través de) internet; en muchos colegios hay más tabletas y  portátiles que libros y cuadernos en papel; las discusiones entre amigos duran la mitad, porque ante la primera duda, alguien consulta a San Google y se terminó la discusión; las vacaciones se pueden preparar a golpe de consultas de un par de blogs mientras vas en el tren o el autobús (y dejemos un poco de tiempo, que incluso se organizarán mientras haces un vuelo transatlántico)... Los teléfonos móviles con conexión a internet (los smartphones) se han convertido en una quinta extremidad humana que nos hace difícil imaginar nuestra vida sin ellos.

Pues imaginemos si esto es así para nosotros (que salíamos a jugar a la calle, que llamábamos a los amigos al telefonillo de casa, al teléfono fijo o a gritos por la ventana), cómo debe ser de difícil pensar en una vida sin ellos para nuestros alumnos. Niños que son nativos digitales, que en las clases (las menos tecnológicas) tienen un ordenador con conexión a la red y un cañón, que en casa tienen más de un aparato por persona de la familia, que no imaginan la distracción sin una pantalla... Entre otras cosas, porque el ejemplo que ven en los mayores que les rodean (conocidos o no) está muy lejos de demostrarles otra realidad posible.

Y el mayor problema de todo esto es el esfuerzo adicional que nos supone a quienes estamos en la docencia. Ya no sirve solo conocer, preparar las clases, buscar ejercicios, corregirlos, sorprender a tus alumnos (y no por lo que sabes). ¿Por qué? Porque eso mismo lo pueden encontrar en Google (aunque ellos jamás entrarían a Google o a Wikipedia a leer algo similar a lo que les podamos contar en clase por propia voluntad... pero eso es otro tema). El reto para el docente es atraer la atención del alumno de forma constante, tener la capacidad de variar de actividad cada poco tiempo (las nuevas generaciones no son capaces de fijar la atención durante una hora de clase de forma continua), de sorprenderlos, de... cualquiera de las tareas que se puedan imaginar. Y en muchos casos ya no solo hacer la clase diferente (aunque el fondo del temario sea similar), sino darles la oportunidad de hacer dos o tres cosas a la vez (porque las nuevas tecnologías han dado la posibilidad multitarea el muchos casos.

Pero otro de los problemas del profesorado es que además de los temarios y contenidos de todas las asignaturas del currículo, se nos da por supuesto la tarea de educar a los chicos de la competencia digital, el buen uso de las las nuevas tecnologías, la incorporación de estas en nuestras clases y su evaluación en las distintas materias...

Este es el mayor reto al que nos enfrentamos. Algunos se lanzan a la piscina como pueden. Otros nos apuntamos a este curso de Evaluación de la Competencia Digital organizado por INTEF para que nos ayude o nos den pistas en esa labor por el bien de las generaciones futuras.

Sin embargo, nadie debe pensar que poner un ordenador (o una tableta) en las clases hace que el alumno pase del pasotismo a la actividad escolar. La tecnología les llama la atención, pero no sustituye el estudio  (sí que ayuda a su comprensión, a su atención en clase, a cierta motivación... pero no es la panacea). El alumno que no ha estudiado ni ha hecho deberes antes, no los va a hacer ahora. Quien no tiene el hábito de estudio y no tiene cierta atención y seguimiento en casa para estudiar, utilizará el ordenador (o la tableta) para cualquier otra cosa diferente del estudio.
Hay que tener en cuenta que son niños y el acceso a internet les acerca el contenido educativo, pero también el de ocio: redes sociales, juegos online, vídeos y música... que contribuirán más a su distracción que a su estudio y concentración.

Y que les harán, en el mejor de los casos, pensar sobre lo que les rodea y que (seguro) no se habían planteado: qué dice esa canción en inglés o francés que suena tanto en la radio, por qué alguien ha dicho algo en alguna red social, por qué un meme se ha puesto tan de moda, o una frase o...

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